lunes, 8 de febrero de 2010

Qué brutas somos a veces

Me lo digo con tanta frecuencia que a veces pienso que no somos brutas "a veces" sino más seguido de lo que quisiera. Veo a mujeres de mi edad, amigas y no, pasando por situaciones dignas de una historia de terror y parecen recuentos cotidianos de Edgar Allan Poe.

Me contaban la historia de una conocida a la que el marido golpeaba, la dejó porque "ella lo obligó" a irse con otra, la dejó con tres hijos y por supuesto no la ayuda con absolutamente nada. No deja de sorprenderme, además, la facilidad con la que las buenas conciencias en esta hipócrita sociedad voltean la cara para ver hacia otro lado. ¿Cómo juzgar a perengano, que es tan decente y tan guapo? ¿Ayudarla a ella? El se puede molestar y no es asunto nuestro.

Es curioso como esta sociedad se hace autolavados de conciencia y piensa que la violencia en casa es asunto "de la gente sin educación". Pues esta linda pareja de la que les hablo ha ido a las mejores escuelas en este país, el angelito guapo y bien educado tiene una maestría en Harvard y sus hijos van al Colegio Irlandés de la Ciudad de México. No se pierden ni él ni su esposa una misa los domingos y educan a sus "peques" en esas buenas costumbres. Ella, como toda niña linda y bien portada, estudió en el Miraflores. Quiso estudiar y "tener carrera", fue a la Anáhuac (del Norte por supuesto, "la del sur" no es igual, al menos eso dice) y dejó todo por cuidar a sus hijos y convertirse en la esposa perfecta. Pues el marido perfecto la golpeaba, cual custodio profesional, pues no le dejaba huella visibles en la cara, sólo en las partes tapaditas de su cuerpo. Si sus amigos en la revista Quién y Hola mexicana supieran que la violencia que tanto les asusta y "sólo le pasa a los nacos que no tienen educación" la viven muchos de sus sonrientes amigos y amigas, no darían crédito.

A mi no me dejan hacer nada. Ya sé que no debo meterme en donde nadie me llama y esta chava ni siquiera es mi amiga. A mi nunca me parecieron la pareja perfecta y siempre supe que detrás de esos perfectos bronceados adquiridos en Acapulco y esquiando en Vail, se escondían secretos de familia inconfesables. Le hice llegar los datos de una persona que la puede ayudar, claro, si ella quiere. Ojalá que le llame.

¿Por qué tenemos que vivir infiernos para darnos cuenta de que existen y que tenemos la opción de no vivirlos?

1 comentario:

LaClau dijo...

Cuarentona, si que lo somos. Entiendo bien lo que dices. A mi también me enoja la violencia contra las mujeres y los animales y me indigna la indiferencia de muchas personas hacia esto.
Saludos.