domingo, 3 de marzo de 2013

¿Y si lo hacemos de nuevo?

Me gusta ver tus ojos al levantarme, descubrir esa mirada sensual y teñida de verde y café. Me gusta que muevas mi cadera al ritmo de tu cuerpo y que te pierdas al hundirte en mi. Tus manos recorriendo mis senos son un viaje por las estrellas que no tiene fin.
Imagen:Visualize.US

Sonríes con picardía al abrir los ojos. Sonríes al recordar que tenemos dos horas de dormir, pues cada minuto de la noche y la madrugada  se mojó con nuestro sudor y nuestras ganas.  Levantas las sábanas para disfrutar el secreto que conoces... y me vuelves a besar.  Cuando lo haces, empieza todo de nuevo, ahora con el sol envolviendo nuestros movimientos y con las nubes de la mañana avisándonos que ya empezó un nuevo ciclo del reloj. 

A nosotros no nos importa, forma parte del mismo encuentro, del descubrimiento, del deseo que vivimos, que sentimos y nos aprisiona más allá del tiempo.


viernes, 22 de febrero de 2013

Entre dos y tres

Dicen que siempre hay una primera vez y que me suceda ahora, no está mal. Tendré que ponerlo en la lista de cosas que me ha tocado vivir, o por lo menos escuchar.

Tal vez todos hemos fantaseado en algún momento de la vida en tener relaciones sexuales con más de una persona, otra mujer, otro hombre y otra mujer, dos hombres. En fin. Yo sí, no sé ustedes. Confieso también que en eso se ha quedado, en mera fantasía.  Cuando ha existido la posibilidad, mis atavismos han pesado más que mi deseo y no he avanzado en el asunto.

Imagen: Womanist Musings
Recientemente, entre las conversaciones que he tenido con el sujeto en cuestión, me dijo que le gustaría tener relaciones conmigo y con otra mujer. Respiro profundo al escribir esto, pues fue lo que hice cuando me lo propuso a mitad de una noche de pasión en su cama.

No he vuelto a pensar en ello en los últimos años y me sorprendió encontrarme con esta invitación a estas altura de mi vida. Me siento halagada, lo confieso. Saber que le produzco erecciones a un hombre como él y menor, me gusta y también me excita.  Saber que le gusto para aumentar su disfrute, y tal vez el mío, también resulta emocionante.  No avancé en el asunto y le dije que por el momento no.

... y creo que por el momento... durará este no un rato o para siempre.

Con gran frescura y desenfado me contó sus experiencias y me platicó que ha estado con varias mujeres al mismo tiempo y en muchas ocasiones. Es de una cachondez subida. También supe que ha estado en fiestas en las que el objetivo es ver a cuantas mujeres puede follarse en una noche, y se ha follado a varias. ¿Será cierto o quería apantallarme o ver qué tan lejos soy capaz de llegar? Soy muy cínica y pienso que es esto segundo, pero conociéndolo y descubriendo su afán explorador de la vida, tampoco lo dudo. En todo caso, son sus experiencias y su sexualidad.

Por mi parte, no le entro al asunto. Tal vez soy más chapada a la antigüita de lo que pensé, y me gusta experimentar todo tipo de cosas, pero con mi hombre.  Me preocupan cosas horriblemente mundanas: las enfermedades y perder un espacio que considero íntimo.

No me gustaría verlo con otra mujer. El asunto de fondo es que me conozco, y sé que esa imagen estaría rondado mi cabeza por mucho tiempo y se convertiría en una barrera entre nosotros.

No puedo dejar de sonreír al pensar que en un momento de mi vida en que he estado tranquila, con calma y buscando una pausa a mi imparable andar, y en que estaba convencida de que había encontrado un momento de solaz y detenimiento... resulta que me encontré con alguien tan intenso como yo y muy experimentador.

Y si, entre dos y tres, prefiero dos.






domingo, 6 de enero de 2013

De regreso y reflexiva

Veo con enorme sorpresa que hace muchos meses que no he venido a mi blog. Razones, ¿o pretextos? me sobran: el trabajo, los viajes e inclusive, la falta de inspiración. Para sorpresa mía, me han faltado ganas para contar y he entrado a una etapa reflexiva. Supongo que es parte del paquete de tener cuarentaytantos...todos juntos.

He visto el ritmo de mi vida social disminuir considerablemente, y no por falta de opciones, ha sido un poco por falta de interés de mi parte. Extrañamente, el cansancio se ha instalado en mis aposentos y parece  decidido a no salir por un buen rato. Dice mi doctor que debo reconsiderar seriamente mis rutinas pues el cuerpo algo está indicando. (Yo digo que está indicando que estoy más cerca de los cincuenta que de los cuarenta ya.... y suena muy lógico.) No me gusta reconocer el cansancio, lo confieso, me hace sentir vieja. Por alguna extraña razón, lo asocio con pereza, y me niego a reconocerme perezosa en cualquiera de sus formas. Odio la pereza (malformación familiar, indudablemente).

Sobre los hombres, bueno, muchas historias y poco que decir.  Reconozco que hay hombres que no envejecen con dignidad -igual que muchas congéneres, lo acepto- pero me resulta cada día más complicado encontrar hombres interesantes mayores que yo (que no estén casados). Los hombres casados, a diferencia de algunas de mis conocidas, me resultan cada día más aburridos. Hay algunos fascinantes, no me malinterpreten, pero resulta que la vida es tan corta, que me da flojera desperdiciar el tiempo con un hombre que se inventa situaciones extramaritales para divertirse y me niego a darle mi tiempo (el que me quede) a una persona que lo quiere usar de entretenimiento....

Como nunca antes, los hombres que me están buscando son más jóvenes que yo. No está mal, lo reconozco (con enorme sonrisa en mi rostro si pudiesen verlo), pero también tiene sus pormenores la cuestión. La brecha generacional a veces juega sus malos y extraños momentos. No es lo mismo cantar una canción con alguien de tu generación... que explicarle a otra persona por qué conoces la letra... (cuando él apenas iba en primaria...). En fin. Por otro lado, es rejuvenecedor.  Mi "amigo" reciente tiene 36 años, va en pleno ascenso en su carrera y eso lo hace muy atractivo. Me encanta que se tome tan en serio y que vea todo lo que hace casi como de vida o muerte. Está bien, es justo lo que tiene que estar haciendo (y yo lo hice hace diez años también, además de haberme casado a esa edad por cierto).  A veces lo siento intimidado con mi presencia (dice que mi prestigio me antecede, lo cual es un hermoso piropo) y otras simplemente no sabe qué hacer. Espero que en ciertas circunstancias responda como si tuviera diez años más que yo... y es imposible. A veces dice unas cosas verdaderamente simpáticas y me hace reír sin parar. ¡Cómo lo disfruto!

No estoy en un momento de mi vida en el que me interese jugar a la conquista: me da flojera. El está en esa etapa, y en ello estamos desfasados. Quisiera que fuera esto más sencillo, no un juego de llamadas estratégicas y encuentros similares: le faltan años de experiencia para llegar al punto en el que estoy. También sé que soy una parte de su currículum: estar con una mujer diez años mayor sube su puntaje entre los amigos y en su propia historia. Está bien. Esto, evidentemente, durará lo que tenga que durar y quiero disfrutarlo. No está en mis planes volverme a casar y él seguramente explorará pronto las ganas de tener hijos, asunto que no está en mis planes, obviamente.

Me gusta estar con él, me gusta besarlo, me gusta estar desnuda en la cama a su lado, me gusta escucharlo y me gusta su manera de prestarme atención.  Parecería que hay poco que conversar, pero no es así, de hecho, conversamos mucho. Casualmente, cada vez que salimos a comer o a cenar... nos corren de los lugares. Hace mucho que ello no me pasaba. Me causa gracia.

Respecto al trabajo, no paro y cerré el año con excelentes indicadores en la oficina y con gran reconocimiento por parte de mis pares. Me siento satisfecha, pero no es suficiente. Cada vez la necesidad de tomar una ruta propia y desarrollar otras cosas es mayor. El 2013 será un año de transformaciones, estoy dispuesta.  No sé que tan sana es esta sensación de insatisfacción permanente: ha sido mi motor en la vida. Eso tiene sus ventajas, pero también es frustrante no sentirme jamás satisfecha con mis logros, que lo son ante los ojos del resto del mundo, pero yo siempre me quedo con la sensación de que podía haber hecho algo mejor.

¿Entienden a qué me refiero con mi estado de ánimo reflexivo?


lunes, 11 de junio de 2012

Un encuentro en la madrugada

Los encuentros en la madrugada son mi destino. Al menos en parte.

El último día del congreso me tenía pensando en mi regreso y los preparativos para llegar a tiempo al aeropuerto. Estaba cansada, después de varios días de sesiones ininterrumpidas, quería un baño en la tina, un buen vino y dormir a pierna suelta. El día anterior me había desvelado con mis colegas de distintas partes del mundo riendo, bebiendo y (re)descubriendo la soltería cosmopolita.

Coordinó la penúltima sesión, y lo hizo en un italiano perfecto. Lo vi desde el segundo día, pero como no me dirigió la palabra y estaba yo tan metida en mis asuntos, no presté mayor atención. Lo inevitable, debo decirlo, era no pasmarse con su guapura. Ojos azules, alto, delgado, facciones angulosas disimuladas por una suave barba, el cabello castaño claro, casi rubio, ligeramente despeinado y una sonrisa que podría iluminar cualquier momento.

Al acabar su sesión caminó directamente hacia mi. Pensé que quería conversar con mi vecino y me hice a un lado para dejarlo pasar. Se paró junto a mi y me sonrió. Así, sin más. "Hola." "Hola" respondí y sonreí. No recuerdo cuáles fueron las primeras palabras que me dijo, mencionó algo sobre haber visitado mi país años antes y las ganas que tenía de regresar. De un tema pasamos al otro y me propuso que fuésemos a cenar. Yo ya tenía otros planes, pero podríamos vernos después de la cena para tomar una copa. Caminé de regreso al hotel con otros amigos y me olvidé de la cita.

En el lobby del hotel, estando yo de espaldas, me dio un beso en la mejilla y me recordó que teníamos una cita. "Cierto, cierto" respondí. Me pidió mi teléfono, el cual no funcionaba, así que quedó de enviar mensaje con uno de mis comensales, pero no fue necesario. Terminamos yendo a cenar todos juntos y después de la cena, regresamos al bar del hotel a tomarnos -de nueva cuenta todos juntos- una copa. Poco a poco fueron despidiéndose todos, hasta que quedamos Earnest y yo solos. El se sentó a mi lado desde el primer instante, y al final, con todos los lugares vacíos, seguimos sentados juntos. Nos corrieron del bar y decidimos salir a buscar algún lugar en el que poder seguir conversando. Dimos con un bar, de esos típicos de película gringa, con un cantinero joven y conversador, iluminado por luces fosforescentes que decoraban la música a todo volumen de ese lugar en el que se daban cita los habitantes de la zona. Los desconocidos éramos él y yo... y sorpresivamente, nos trataron con hospitalidad.


No fue difícil sentarnos frente a frente, junto a la barra, en esos banquillos altos. Sus piernas abiertas frente a mi, las mías juntas entre las suyas. No sé si él siguió la conversación, supongo que tanto como yo. No dejábamos de vernos y sonreír, beber, sonreír y mirarnos la boca, los ojos. No sé por qué, pero me contuve para no acariciarle las piernas que me tenían inmovilizada para no tener posibilidad de girarme hacia cualquier otro lado. Finalmente, también nos corrieron de ese lugar. No había nada más abierto. Tuvimos que regresar al hotel.

Me tomó de la mano y caminos hacia el elevador. Su piso primero, el mío en los superiores. No encontraba la llave de su habitación. Me acompañaría a la mía. Llegamos al piso 22. Se bajó conmigo en lo que trataba de encontrar su llave... y sin más me tomó por la nuca, me acercó a su boca y me besó. Lo besé. No dijimos más. Llegamos a mi cuarto y la luna nos esperaba de frente, justo a través de la ventana. Nos reímos, nos besamos, pusimos música y seguimos besándonos. Suavemente me quitó la ropa, yo a él. Nos besamos profundamente, sin parar, mientras nuestras manos recorrían y descubrían las curvas y los puntos de encuentro entre nuestros cuerpos. No sé cuántas horas pasaron y cuánto tiempo la luna nos iluminó y atestiguó la exploración. Cómo me excitó que me dijera cosas en distintos idiomas, no entendí la mitad, pero el idioma de su cuerpo, el sudor, la cadencia, su lengua lo explicaban todo. En algún momento nos quedamos abrazados y dormidos, desnudos, cansados, mojados.

Sonó el despertador y tuvo que salir a preparar su maleta. Yo tenía que hacer la mía. Mi vuelo salía en unas horas. Si hacíamos lo que queríamos seguir haciendo... íbamos a perder ambos el vuelo. Quedamos de desayunar juntos. Nos vimos abajo, con el resto de los amigos. No sé si me notaban la alegría y la cachondez. Quería decirle al mundo que esa sonrisa me había iluminado la noche. Se portó amable, igual que yo. Fingimos estar bien, como con los demás. Llegó el momento de despedirnos y lo hicimos. Nos despedimos como colegas frente a todos los demás. Hubiera querido arrancarle otro beso y llevarlo de regreso a la habitación, a la cama. "Hasta pronto" nos dijimos, mirándonos a los ojos y dándonos un abrazo público.

No nos hemos vuelto a comunicar. No sé si pensará en mi. Yo si, lo deseo inmensamente y quisiera explorar lo que me hubiera faltado por conocer. Madrugada inolvidable y encuentro inesperado. La luna lo sabe.

sábado, 21 de enero de 2012

Me desespera que se haga idiota

De veras, me desespera hasta el cansancio. Es una de mis mejores amigas, mujer inteligente sin duda, viajada, leída y guapa. Como muchas de nuestro grupo de amigas, se ha sumado al grupo de las divorciadas y a diferencia de ellas, no tiene problema alguno con sus cuentas bancarias. Le sobran el dinero y los recursos. El divorcio la dejó bien armada y ella, desde antes, tenía su propio dote.

Hace algunos años que se divorció, después de haber corrido a su marido de casa pues él no se compartaba como ella quería. El, debo decir, es un hombre extraordinario. Mi difunto marido solía decir que él era un santo, pues aguantarla era no sólo un reto, sino una verdadera hazaña. Reconozco que con el paso del tiempo le he dado la razón. Ella es adorable, pero su exmarido era la brújula que a ella le daba centro. Esto, por supuesto, ella jamás lo ha reconocido y ama jugar a ser la víctima de todas las circunstancias. Su exmarido, en ese sentido, fue uno más de sus victimarios.

No entiendo qué es lo que le ha sucedido con los años, pero en lugar de verla avanzar, he visto a una mujer cuyos pensamientos y manera de pensar la están haciendo verdaderamente irritante. No asume una sola de las cosas que le suceden y se empeña en hacer a los demás responsables tanto de lo que le pasa como del rumbo que quiere tomar en su vida. Sus preguntas terminan siendo un auténtico juego de palabras en donde lo que en el fondo está buscando es que alguien le diga cómo hacer para pasar sus largas horas y evitar el aburrimiento. Necesita trabajar, estudiar, "hacer algo". Esto lo entiendo, soy igual, pero no me la paso diciéndolo a todas horas y pidiéndole consejo 24/7 al resto de la humanidad. En un principio quise apoyarla, pero debo decir que a estas alturas, ya no.

Me ha acusado de ser mala amiga y poco empática porque no le doy por su lado ni le digo lo que quiere escuchar y ya llegué al punto en que he dejado de escucharla. La quiero y me duele ver como le da vueltas al mismo poste durante horas y asegura que la culpa de su malestar es del poste...

Pues hace algunos meses conoció en casa de una de mis subdirectoras a un hombre encantador, a quién le pondré Arturo para no regarla. Es guapo, muy guapo de hecho, encantador, cosmopolita, simpático, le encanta fumar mota (detalle que conocemos algunas personas y que no hace público), dicharachero, le gustan el buen vino, las mujeres y es casado. A Arturo lo conozco pues se enredó con la hermana de mi exmarido, en algún momento me hizo insinuaciones cuando me separé (quería consolarme en mi soledad) y desde siempre ha estado a punto de divorciarse pues la relación con su esposa es "insostenible". (Desde que nació su primer hijo era insostenible, y el "bebé" ya tiene 25 años....)

Pues en este contexto es que mi querida amiga lo conoce. A ella tenía algunos meses de no verla, la última vez fue justamente un mes después de haber conocido a Arturo, y le vi la carita de borrego atolondrado que le conozco cuando hay un hombre en el firmamento de su vida. ¿Es Arturo? le pregunté, "¡No hay nadie!" me contestó muy resuelta. Pues ahora que he vuelto a verla la encuentro con la misma carita al cubo, sólo que esta vez me dice que tiene claro que no detendrá su vida por él, pero que tiene derecho a saberse deseada y recibir flores, twitts de amor y disfrutar su compañía.

Silencio. ¡Pero cómo eres idiota!pensé y lo que le pregunté fue: ¿Y ya se divorció? No, dice que este año será SU año, se va a divorciar pues la relación con su esposa es insostenible y se está enamorando de mi. (¿En dónde había escuchado eso antes?)

Entre otras cosas le dije que era increíble que a sus cuarenta y tantos años siguiera creyendo en cuentos de hadas y que si podía confiar en un hombre que estando en su situación le declaraba su amor. Igual le dije que llevaba toda la vida diciendo lo mismo y que dudaba que algún día se divorciara y finalmente le solté un "y mira, soy tu amiga y tengo que decírtelo. No seas idiota, a nuestra edad es inaceptable no ver una mentira de esa magnitud y comportarte como si tuvieras quince años. No me vengas con mamadas. Haz de tu vida lo que quieras, pero NO vengas a llorar diciendo que no viste todo lo que te he dicho hoy y que, para variar, te estás negando a ver. Hazte responsable de ALGO de lo que vives y asume tu papel en lo que estás viviendo."

Por supuesto que no le gustaron mis palabras. Se acabó el café que estaba bebiendo sin decir una letra, sacó el dinero de su cartera, lo puso sobre la mesa, las llaves del coche, se levantó y se fué diciendo un casi inaudible: "nos vemos".

viernes, 30 de diciembre de 2011

Empezaré el 2012 vestida, muy a mi pesar


Acaba el año y me quedé con ganas de amanecer el 2012 desnuda junto a él. No se si será premonitorio de los tiempos que se avecinan, pero nada ha salido en este cierre como hubiera querido. Tuvimos que cancelar el viaje, y viviendo en polos opuestos del Continente, resulta un poco difícil tener encuentros inesperados u organizar encuentros casuales. Este desencuentro no se si podrá traducirse en un encuentro próximamente pues su agenda y la mía coinciden con dificultad.

Me he quedado con la maleta lista, con una botella de vino esperando ser descorchada (Mogor Badan 2008, ¿nada mal, cierto?), un camisón de seda y encaje divino, una novela erótica de Talya Bosco (se que hay mejores, pero a él le gusta...) y bueno, mis ganas.

Quería estar con él y nadie más.

Me río pensando en las ironías de la vida. El desencuentro te separa de la persona con quién quieres estar y la voluntad de la persona que quiere estar contigo. Un amigo con derechos temporales insistía en que estuviésemos juntos en estas vacaciones. No quise porque percibo que quiere extender sus derechos más allá de lo que a mi me interesa y porque a pesar de ser un gran amante, su discurso machista me aburre. La última vez que no pudimos vernos me dijo, con un tono molesto, que entendía que yo no tuviera tiempo para él ni para mi vida privada pues estaba más interesada en trabajar y construir mi camino al éxito que en hacer vida de pareja. ¿Qué se dice en esos casos? Me reí, me reí mucho, muchísimo y el se enojo de manera directamente proporcional a mi risa.

¿Trabajo mucho y eso quiere decir que lo único que me importa es el éxito? Mi terapeuta opina algo totalmente diferente, pero bueno, con él no me acuesto y con el personaje afectado si. Supongo que la próxima vez que esté en una junta de trabajo deberé lamentar no poder estar gimiendo de placer y disfrutando la humedad que me produce el hombre en cuestión, todo por estar persiguiendo el anhelado reconocimiento que él asegura que busco. Pobre, realmente no me conoce.

En todo caso, el hecho es que el próximo domingo amaneceré vestida, sin mi camisón de seda y sola, añorando el cuerpo que llevo meses esperando disfrutar y la compañía que tan feliz me hace. Supongo que es el costo de vivir esos placeres secretos y furtivos.

Nos vemos el próximo año. Que lo empiecen envueltos en sudor y con muchos orgasmos.

sábado, 2 de julio de 2011

Casi podría ser mi hijo...

No sé si podría ser mi hijo, pero claramente, es más joven que yo. Mientras me leía y contaba sus viajes, lo que hacía y su afición por el tarot, no podía dejar de imaginarme lo que se sentiría besar esos deliciosos y carnosos labios. Es un apasionado por la metafísica y el esoterismo, su padre, amigo de mis vecinos, me dijo que le pediría a su hijo que me llamase para leerme las cartas. Le dije que si y no volví a acordarme más de ello.

Hace tres días sonó mi teléfono y era Salvador. ¿Salvador qué? pensé. Me explicó quién era su padre y que me buscaba por sugerencia de su padre para leerme las cartas. Francamente no tenía mucho interés, ni tiempo, para ello, pero me pareció tan buen rollo que su padre le dijera que acepté la cita.

Llegó a mi casa hoy en la mañana para leerme las cartas. Cuando lo vi sentí una inmensa sonrisa iluminar mi rostro. Qué hombre-muchacho tan guapo. Es joven, indudablemente, pero tiene unas recién inauguradas arrugas que lo hacen encantador. Completamente despeinado, con el pelo rubio y castaño claro, unos ojos azules que destacan por una expresividad y vitalidad increíbles y una sonrisa simplemente fabulosa.

Hola, soy Salvador. Me abrazo y entró a mi casa. Alcancé a decirle, adelante, pasa....

Le preparé un thé verde, aunque le gusta más el blanco que descubrió en China, y nos sentamos en la sala. Debería decir el suelo de la sala.

Debo confesar que no hice caso de la larga, extensa y apasionada explicación que me dio del tarot. No sé qué significan ni el ahorcado ni el muerto ni la reina ni nada más. Lo único que entendí es que ese hombre tiene una vitalidad envidiable, una alegría por la vida fuera de lo común y un entusiasmo por lo que hace que resulta envidiable. Es guapo, claramente viene de una familia culta (no niega la cruz de la parroquia de su padre) y habla de tal forma que da gusto escucharlo.

Sonríe, sonríe todo el tiempo. Posiblemente no hace mucho ejercicio, me imaginé su cuerpo desnudo. Percibí tal vez, una cierta pancita debajo de la playera que traía por fuera de los jeans. La explicación de cada carta iba acompañada de un movimiento de manos permanente. ¿Cómo se sentirían esas manos en mi cuerpo?

Calculé que estaría una hora y media en casa, pero cuando volví a ver mi reloj habían pasado tres horas y media. El seguía hablando y yo seguía observándolo e imaginando cosas que no debería.... Cuando acabó, me tomo las manos y me dijo que tenía yo una fuerza y vitalidad increíbles.

Se despidió diciéndome que esperaba que aquella tirada de tarot me hubiera ayudado. Que si tenía alguna duda no dejase de hablarle y nos abrazamos.

Al salir de mi casa me preguntó si podría buscarme después para conversar de otras cosas, fuera del tarot, la metafísica y conocernos mejor. ¡Claro! Mi respuesta fue moderada y apacible, aunque en mi interior se escuchó un grito que decía: POR SUPUESTO, y no sólo pienso platicar contigo. Te voy a meter a la cama y te voy a lamer cada centímetro del cuerpo, te voy a hacer gemir de placer hasta que no puedas más y te voy a besar hasta que los labios se nos hinchen.

"Claro, llámame cuando quieras. Me dará gusto verte." Estas fueron mis palabras.

Le llamé a su padre para darle las gracias por haberle dado a su hijo mis datos, pero no le dije lo demás. No creo que le hubiera gustado escucharlo.