domingo, 18 de abril de 2010

Qué agobio

Hay hombres que son, francamente, agobiantes.

Reapareció en mi vida un enamorado de hace más de 25 años. Es más, me conoció cuando yo tenía 16 años y fue mi amor platónico muchos años después. Siempre supe que le había gustado y él a mi, pero nunca pasó nada más allá de unos besos.

El se casó. Era, supongo que sigue siendo, un hombre brillante. Erudito doctor de la Complutense en Madrid, autor desde muy joven de cientos de artículos y libros. Genial. Mente ágil, cuerpo no; siempre fue más bien regordete y amante del buen comer. Por supuesto, enemigo del ejercicio; eso era para gente superficial y tonta.

Se casó con la novia de la universidad y le perdí la pista.

Pues hace un par de semanas este sujeto reapareció en mi vida gracias a internet. Supongo que me "googleó" y dio conmigo. Me envió un correo al que respondí con mucho gusto. Todos estos años quedó como la sombre de un amor de mi adolescencia que fue eso, un amor de escuincla.

Pues él señor decidió que era hora de "recuperar el terreno perdido" cual conquistador y se lanzó durante 4 días a atosigarme con correos electrónicos y mensajes de celular (he odiado los celulares en los últimos tiempos). El decidió que este reencuentro era una señal de que tenía que tener más hijos conmigo (se divorció de su primera mujer con quien tuvo 4 y vivió 5 años con otra de la que se separó hace un año). Vive fuera de mi ciudad, así que aprovechó una cita de negocios que tenía por aquí y decidió que me venía a ver.

En un principio la posibilidad me entusiasmó. La cuestión es que conforme fueron pasando los días y su ondanada de mensajes se empezó a acumular en mi bandeja de entrada, a saturar mi celular y a hacer que sonara el blip de que había entrado un mensajito a mi teléfono me empecé a poner de mal humor.

Sin reparo alguno me dijo que quería que fueramos a cenar para después irnos a la cama. ¿Pero quién le dijo que yo quería encamarme con él? Empezó a llamar a todas horas y a decirme que le pintara los cuernos a mi pareja, que a él no le importaba que yo estuviera con otro hombre. Santo cielo, pero teníamos más de veinte años de no vernos.

Se acercó el día en que vendría acá y que cenaríamos y a mi se me fueron todas las ganas de estar en una cena con él. Preví que tendría que estar lidiando con un pulpo, no sé si físico pero si verbal, y no estaba de humor. Le propuse cambiar la cena por un encuentro más temprano y se ofendió, diciendo que mejor lo dejásemos para otro día cuando yo estuviera menos ocupada.

Bueno. Pues lo dí por cancelado y seguí trabajando y enfrascada en mis actividades. Pues el asunto no paró ahí... no dejó de enviarme mensajes y de marcarme en todo el día. A la hora de la comida, estando yo con otras personas, mi teléfono no paró de sonar. Al principio no lo escuché pues estaba en mi bolso, pero cuando me di cuenta que lo que sonaba era mi celular y que había a esa hora por lo menos doce llamadas suyas y otros tantos mensajes, me puse de francamente, de un genio endemoniado.

"¿Por qué no me contestas? ¿Ya no quieres saber nada de mi? Rescatemos la tarde. Abre la comunicación. Veámonos en el restorán que habías propuesto o en algún otro. Anda" Qué cosa más agobiante.

El día concluyó con un mensaje en el que me decía que era una autoritaria y que lamentaba mucho haberme incomodado. Simplemente respondí que ojalá que nos pudiésemos ver otro día de una manera más amigable.

Posiblemente debí reírme y verlo, pero no estuve de vena. Me pareció intrusivo. No le importó en ningún momento saber si yo me sentía bien o tenía algún plan, si sus llamadas a todas horas eran inoportunas o me generarían alguna situación extraña con alguien (léase mi ex), si yo quería estar recibiendo esos mensajes. En alguno que me envió decía que me iba a saturar de mensajes hasta que yo lo quisiera de nuevo; mi respuesta fue que si no quería quedarse sin interlocución que le bajara a su intensidad. No le importó.

En fin. Creo que se enojó. Regresó a su norteña ciudad muy digno y seguramente odiándome un poco. Supongo que su ego está maltrecho. Lamento mucho haberlo golpeado de esa manera.

Por cierto, el "doctor" tiene más de cincuenta años. Como ven, este tipo de comportamientos no tiene edad. Se puede ser un genio intelectual y un troglodita emocional.

jueves, 15 de abril de 2010

Duró 45 días


Una de las relaciones más efímeras que he tenido. Nadie comprende su profunidad, ni yo misma. Todo fue tan rápido, tan intenso, tan profundo. Tan nuestro.

Empezó una noche de encuentro casual a través de unos amigos. No fue esperado. El no lo esperaba, ciertamente yo tampoco. Su vida, la mía. Su historia y la mía parecían estar destinadas a coincidir. Coincidieron.

Nos faltó tiempo para continuar la conversación, para que nuestros cuerpos se pudieran seguir descubriendo y deseando y para que nuestras circunstancias aprendieran a convivir.

Ambos divorciados, él con hijos, yo no. Su exesposa presente, mi exmarido...con su nuevo encuentro e inexistente. Aparente aceptación de nuestro pasado y de nuestra realidad.

¿Qué fue lo que no vi? No lo sé. Por vez primera me aventé a nadar sin chaleco salvavidas y sin tener la certeza de saber la existencia de un puerto seguro en el trayecto. Me gustó. Sentí vértigo, emoción, ganas en cada encuentro. El también.

Me declaró su amor al poco tiempo. Supe que era cierto. Yo también a él. Por supuesto, los apologistas del desencanto insistían en que esto no era otra cosa mas que un enamoramiento pasajero y que habría que esperar 6 meses, como indica la teoría sobre el desarrollo de las parejas y los plazos a meses sin intereses, para conocer el desenlace final de este idilio.

No fue necesario esperar tanto tiempo. Una noche de amor, pues no fue pasión, fue AMOR, me hizo la más hermosa promesa de amor que alguien me ha hecho en la vida. La creí. La sentí. La acepté y fue recíproco, pues yo también correspondí.

Un día después....simplemente me envió un mensaje por el celular con una frase lapidaria.

No lo he vuelto a ver ni a hablar con él.

No sé qué pasó.

No me lo dijo de frente.

¿Con quién conviví todo este tiempo? ¿Qué fue realidad y qué fue mentira? ¿Algo fue cierto en este período?

No entiendo absolutamente nada.

Me duele saber que quedará como una historia más. Me enamoré. Eso no me pasa facilmente. Por primera vez no levanté las defensas que siempre me acompañan y perdí.

No sé si voy a volver a intentarlo. Hoy no.