viernes, 30 de diciembre de 2011

Empezaré el 2012 vestida, muy a mi pesar


Acaba el año y me quedé con ganas de amanecer el 2012 desnuda junto a él. No se si será premonitorio de los tiempos que se avecinan, pero nada ha salido en este cierre como hubiera querido. Tuvimos que cancelar el viaje, y viviendo en polos opuestos del Continente, resulta un poco difícil tener encuentros inesperados u organizar encuentros casuales. Este desencuentro no se si podrá traducirse en un encuentro próximamente pues su agenda y la mía coinciden con dificultad.

Me he quedado con la maleta lista, con una botella de vino esperando ser descorchada (Mogor Badan 2008, ¿nada mal, cierto?), un camisón de seda y encaje divino, una novela erótica de Talya Bosco (se que hay mejores, pero a él le gusta...) y bueno, mis ganas.

Quería estar con él y nadie más.

Me río pensando en las ironías de la vida. El desencuentro te separa de la persona con quién quieres estar y la voluntad de la persona que quiere estar contigo. Un amigo con derechos temporales insistía en que estuviésemos juntos en estas vacaciones. No quise porque percibo que quiere extender sus derechos más allá de lo que a mi me interesa y porque a pesar de ser un gran amante, su discurso machista me aburre. La última vez que no pudimos vernos me dijo, con un tono molesto, que entendía que yo no tuviera tiempo para él ni para mi vida privada pues estaba más interesada en trabajar y construir mi camino al éxito que en hacer vida de pareja. ¿Qué se dice en esos casos? Me reí, me reí mucho, muchísimo y el se enojo de manera directamente proporcional a mi risa.

¿Trabajo mucho y eso quiere decir que lo único que me importa es el éxito? Mi terapeuta opina algo totalmente diferente, pero bueno, con él no me acuesto y con el personaje afectado si. Supongo que la próxima vez que esté en una junta de trabajo deberé lamentar no poder estar gimiendo de placer y disfrutando la humedad que me produce el hombre en cuestión, todo por estar persiguiendo el anhelado reconocimiento que él asegura que busco. Pobre, realmente no me conoce.

En todo caso, el hecho es que el próximo domingo amaneceré vestida, sin mi camisón de seda y sola, añorando el cuerpo que llevo meses esperando disfrutar y la compañía que tan feliz me hace. Supongo que es el costo de vivir esos placeres secretos y furtivos.

Nos vemos el próximo año. Que lo empiecen envueltos en sudor y con muchos orgasmos.

sábado, 2 de julio de 2011

Casi podría ser mi hijo...

No sé si podría ser mi hijo, pero claramente, es más joven que yo. Mientras me leía y contaba sus viajes, lo que hacía y su afición por el tarot, no podía dejar de imaginarme lo que se sentiría besar esos deliciosos y carnosos labios. Es un apasionado por la metafísica y el esoterismo, su padre, amigo de mis vecinos, me dijo que le pediría a su hijo que me llamase para leerme las cartas. Le dije que si y no volví a acordarme más de ello.

Hace tres días sonó mi teléfono y era Salvador. ¿Salvador qué? pensé. Me explicó quién era su padre y que me buscaba por sugerencia de su padre para leerme las cartas. Francamente no tenía mucho interés, ni tiempo, para ello, pero me pareció tan buen rollo que su padre le dijera que acepté la cita.

Llegó a mi casa hoy en la mañana para leerme las cartas. Cuando lo vi sentí una inmensa sonrisa iluminar mi rostro. Qué hombre-muchacho tan guapo. Es joven, indudablemente, pero tiene unas recién inauguradas arrugas que lo hacen encantador. Completamente despeinado, con el pelo rubio y castaño claro, unos ojos azules que destacan por una expresividad y vitalidad increíbles y una sonrisa simplemente fabulosa.

Hola, soy Salvador. Me abrazo y entró a mi casa. Alcancé a decirle, adelante, pasa....

Le preparé un thé verde, aunque le gusta más el blanco que descubrió en China, y nos sentamos en la sala. Debería decir el suelo de la sala.

Debo confesar que no hice caso de la larga, extensa y apasionada explicación que me dio del tarot. No sé qué significan ni el ahorcado ni el muerto ni la reina ni nada más. Lo único que entendí es que ese hombre tiene una vitalidad envidiable, una alegría por la vida fuera de lo común y un entusiasmo por lo que hace que resulta envidiable. Es guapo, claramente viene de una familia culta (no niega la cruz de la parroquia de su padre) y habla de tal forma que da gusto escucharlo.

Sonríe, sonríe todo el tiempo. Posiblemente no hace mucho ejercicio, me imaginé su cuerpo desnudo. Percibí tal vez, una cierta pancita debajo de la playera que traía por fuera de los jeans. La explicación de cada carta iba acompañada de un movimiento de manos permanente. ¿Cómo se sentirían esas manos en mi cuerpo?

Calculé que estaría una hora y media en casa, pero cuando volví a ver mi reloj habían pasado tres horas y media. El seguía hablando y yo seguía observándolo e imaginando cosas que no debería.... Cuando acabó, me tomo las manos y me dijo que tenía yo una fuerza y vitalidad increíbles.

Se despidió diciéndome que esperaba que aquella tirada de tarot me hubiera ayudado. Que si tenía alguna duda no dejase de hablarle y nos abrazamos.

Al salir de mi casa me preguntó si podría buscarme después para conversar de otras cosas, fuera del tarot, la metafísica y conocernos mejor. ¡Claro! Mi respuesta fue moderada y apacible, aunque en mi interior se escuchó un grito que decía: POR SUPUESTO, y no sólo pienso platicar contigo. Te voy a meter a la cama y te voy a lamer cada centímetro del cuerpo, te voy a hacer gemir de placer hasta que no puedas más y te voy a besar hasta que los labios se nos hinchen.

"Claro, llámame cuando quieras. Me dará gusto verte." Estas fueron mis palabras.

Le llamé a su padre para darle las gracias por haberle dado a su hijo mis datos, pero no le dije lo demás. No creo que le hubiera gustado escucharlo.