jueves, 2 de diciembre de 2010

Después de 30 años

Sigo sin poderlo creer. Me reencontré por casualidad absoluta al primer amor de mi vida. Fuimos novios cuando estaba yo en la preparatoria y él se regresó a vivir a París después de algunos años. No fuimos novios todo ese tiempo, tan sólo unos meses antes de que regresara a su gala realidad y desde ese entonces no lo veía.

Mi sueño de adolescente era perder la virginidad con él. Supe lo que era el verdadero amor a su lado, aunque nunca hicimos el amor. Nuestros besos apasionados nos dejaban jadeantes y temblorosos, pero creo que mis miedos eran más grandes que mi deseo, y nunca pasó nada más entre nosotros. Lo lamenté toda la vida.

Pues hace unos días, como de película, mientras estaba sentada en la Place des Vosges en el Quartier du Marais en París, tapada por el viento frío, sentí la mirada de un hombre. Fué tan fuerte que tuve que voltear para saber de dónde provenía esa energía....y ¡me encontré con el amor de mis años mozos! Sin pensarlo, corrimos a abrazarnos y a reírnos. Fué maravilloso.


Vive en Francia, está casado, tiene 3 hijos. Estaba de negocios en París y sin saber por qué, decidió que debía caminar por la Place des Vosges....

Al día siguiente volvimos a vernos, pues en ese momento el tenía citas y asuntos que atender. Caminamos por las calles de París tomados de la mano como si tuviésemos 16 y 18 años, como si el tiempo no hubiera pasado, como si hubiera sido ayer cuando nos despedimos en el aeropuerto con el corazón roto. Ninguno de los dos lo pensó, simplemente lo sentimos. Caminamos abrazados, nos besamos en todos los rincones, nos reímos, comimos, tomamos vino, brindamos.

Cuando llegó la noche, tampoco lo hablamos. Simplemente nos fuimos a su hotel y al cerrar la puerta del cuarto empezamos a darnos un beso que terminó al día siguiente. De la manera más natural nos quitamos la ropa, como si siempre hubiésemos conocido la cadencia de nuestros cuerpos y seguimos acariciándonos lentamente. Mientras pasaba yo al baño, él puso música en su computadora, prendió una luz indirecta, pidió otra botella de vino al cuarto y me esperaba en la puerta. Lentamente me llevó a la cama y seguimos besándonos y explorándonos como lo hubiésemos querido hacer décadas atrás.

Sentí su cuerpo como lo imaginé durante años. Nuestra desnudez compartida era algo que nos debíamos. Besó mis senos, yo su pecho, nos acariciamos las piernas, las nalgas, el cuello. Nos miramos a los ojos una y otra vez, mientras nos besábamos y nos reíamos como adolescentes. Acariciar su pene ha sido de las mejores experiencias de mi vida, era algo nuevo para mi, pero al mismo tiempo, era como si siempre hubiese sido mío. Entró a mi cuerpo como si siempre le hubiese pertenecido y se movió al ritmo que me gusta, como si lo hubiese conocido desde el primer día.

Hice el amor con mi primer amor, como si hubiese sido la primera vez, llena de ternura, pasión, ganas, comprensión, diversión, sencillez, cariño, deseo.

Al día siguiente, cada uno tuvo que regresar a sus vida. El tomó el camino de regreso a su hogar y mundo. Yo estuve unos días más en París, recordando su sonrisa y nuestro andar tomados de la mano. No me arrepentí de haber estado con él, al contrario, sentí que finalmente, había cerrado algo que llevaba años en mi vida abierto y que por fin tenía la oportunidad de despedir.

No sé que sigue, y no quiero pensarlo. Viene a mi país de visita el año entrante y soñamos con reencontrarnos. No sé si ocurrirá o no. Tampoco me importa. Ese par de días fueron un regalo de la vida y si es lo único que sucede entre nosotros, me iré a la tumba absolutamente feliz.

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